
El último gran drama de su etapa de madurez literaria fue llevado al cine en 1964 de la mano de John Huston, con Burt Lancaster como ese sacerdote anglicano conflictuado y pintón. A pesar de que la obra se centra esta vez en un personaje masculino, es su relación con las mujeres la que define la trama, ya que cuando decide trasladarse a México para resolver sus problemas, se emplea como guía turístico de solteronas estadounidenses. Allí se ve acosado por una jovencita que lo quiere seducir a toda costa (en la película, la "Lolita" Sue Lyon), lo que provoca que las señoras se ofendan y lo despidan. Más angustiado que antes, se escapa a Puerto Vallarta, donde se refugia en el hotel de una vieja amiga (Ava Gardner), donde conocerá a otra mujer (Deborah Kerr) de costumbres tradicionales y altos valores morales.
Nuevamente, la represión sexual y las relaciones interpersonales disfuncionales es el tema central. El sacerdote no es un santo: tiene un pecado oculto que lo acecha (sedujo a una menor cuando apenas se ordenó), problemas con el alcohol y se debate entre su deber y su afición por las mujeres. Como contrafigura a este hombre imperfecto, una mujer pura y emocionalmente frágil, tal vez su única chance de salvación. Nuevamente, Tennessee deposita la esperanza de la humanidad en estas criaturas tímidas, débiles y que caminan a contracorriente de la sociedad, porque pertenecen a un pasado idílico, a una época idealizada en la mente del autor.
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