viernes, 13 de julio de 2012

MISTERIOS ARGENTINOS

En algunas madrugadas como esta, cuando el frío se cuela por las rendijas de las ventanas del bar de Tlön, los parroquianos se trenzan en calurosas y estériles discusiones. Ginebra va, brandy viene, el termómetro sube a medida que los argumentos bajan en consistencia y aumentan en decibelios.La piedra del escándalo puede ser un comentario malicioso sobre alguna página, una rima hasta una obra completa o un género literario. A veces hay que separar a los más belicosos que son dados a revolear lo que tengan más a mano. Una de las excusas recurrentes para organizar batahola es el enfrentamiento entre cuentistas y novelistas.

Los cuentistas arguyen que el relato es tan viejo como la humanidad y que requiere de una gran maestría en el manejo del clima y les achacan a sus contrincantes la ventaja de poder irse por las ramas cuantas veces quieran. A su vez, los novelistas les retrucan señalando que precisamente, su habilidad es mantener la atención del lector durante largo tiempo.
Así están las cosas. Comandados por Poe y bautizados insidiosamente por sus opositores como los “Pluma corta”, Borges, Saki, O. Henry, Chesterton y Carver más algunos diletantes que se pasan de una facción a otra depende como sople el viento, defienden con fervor al cuento, mientras que los “Afrancesados” (tal el mote que les han puesto porque sus principales oradores son  Balzac, Stendhal y Flaubert) se desgañitan a favor de la novela.

Las lealtades cambian rápidamente cuando la discusión supera la cuestión de forma y se mete con la cuestión de fondo. “¡A esos naturalistas que le llaman pala a la pala que les den una y los manden a cavar!” se exalta Oscar Wilde, ni bien se menciona la función social de la literatura. Generalmente, las refriegas terminan cuando el cantinero, ya harto de la gritería, da su veredicto, el que todos aceptan porque saben que es arbitrario, injusto y momentáneo. Mañana puede opinar tranquilamente todo lo contrario.

Hoy falló a favor del cuento y aprovechamos entonces para seleccionar cinco relatos de autores argentinos. Y como se acordó que el género policial aúna la crítica social con ciertos componentes de lo fantástico, elegimos los textos de Manuel Peyrou, Juan-Jacobo Bajarlía, Abelardo Castillo, Ricardo Piglia y Juan Sasturain. De más está decir que Disparos en la biblioteca es uno de los programas de TV más vistos en Tlön.

Dentro de todo, la velada terminó pacíficamente y cuando alguien propuso un brindis para Sir Arthur Conan Doyle, todos aplaudieron. 

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