lunes, 6 de enero de 2014

CINE


Podríamos justificar esta recomendación fácilmente, ya que la historia tiene como protagonista a un escritor, al tiempo de cumplir los 65 años y en busca de ese instante sublime que todo artista espera.

Mejor justificación es decir que se trata de una película bella, profunda, por momentos tierna, por momentos cínica, que aborda lugares, personas y costumbres comunes al Occidente del tercer milenio.
Toni Servillo le presta su piel a Gepp Gambardella, una "joven promesa" que fue autor de un best-seller y que luego se volcó al periodismo y a la crítica, cuyo mayor éxito ha sido convertirse en un hombre mundano, habitué de la noche romana, soltero eterno, amante requerido e invitado a todas las fiestas y eventos sociales.
Paolo Sorrentino utiliza esta excusa para 
hacer una reflexión sobre el dolce far niente de una clase social al llegar la edad de la decadencia y sobre la decadencia en general de una forma de ver el mundo. "Como raíces porque las raíces son muy importantes", le hace decir a una monja considerada santa. Y esa es la propuesta del director: permitirse la nostalgia, volver a la infancia, ser genuino. 

Una gran belleza honra el título que lleva.



  

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