jueves, 12 de noviembre de 2009

FOBOS Y DEIMOS


Dicen los que saben que el origen del cuento de terror está en la base misma de las leyendas folclóricas que los pueblos han transmitido a través de los siglos en forma oral. Así las ánimas, aparecidos, hombres-lobo, vampiros, brujas, ogros y monstruos de baja calaña poblaron las noches de los hombres en vela desde que el mundo es mundo.

Los primeros relatos del género que se han transcrito pertenecen a lo que se conoce como "cuento tradicional", aquellos que recopilaran, por ejemplo, los Hermanos Grimm o Charles Perrault y que con el tiempo se transformaran en cuentos infantiles.

Los comienzos del género como tal se remiten a la segunda mitad del siglo XVIII, inspirados en los románticos alemanes y en los demonios de Goethe y las brujas y fantasmas de Shakespeare. Se toma a la obra de Horace Walpole, El Castillo de Otranto, como la precursora de la novela gótica.

Sus continuadores fueron William Beckford (Vathek, 1786), Ann Radcliffe (Los misterios de Udolfo, 1794), Matthew G. Lewis (El monje, 1796), Jan Potocki (El manuscrito encontrado en Zaragoza, 1805), sin olvidar el Frankenstein de Mary Shelley.

Los primeros cultores del relato corto de terror fueron los románticos: E.T.A. Hoffman, Theóphile Gautier, Prosper Merimée, Alexander Pushkin, Walter Scott, Víctor Hugo, Washington Irving, Gustavo Adolfo Bécquer.

Pero los que le dan la forma definitiva fueron Edgar Allan Poe y Joseph Sheridan Le Fanu. A ellos se unieron nombres como Herman Melville, Nathaniel Hawthorne, Guy de Maupassant.

Una segunda generación da como fruto los cuentos de Ambrose Bierce, Robert Louis Stevenson, Rudyard Kipling, Saki, Henry James, Bram Stoker, H. G. Wells, Gastón Leroux. La siguiente camada encontrará en los victorianos M. R. James, Arthur Machen, Algernon Blackwood y Walter La Mare el broche de oro a una etapa de la literatura del horror.

Posteriormente, aparecerá H. P. Lovecraft y sus criaturas de Arkham para romper los esquemas y sembrar el terror en el siglo XX. Contemporáneamente, el terror se asimilará a las nuevas tecnologías: es un terror científico, muchas veces emparentado con la ciencia ficción y estrechamente vinculado con el cine. Ira Levin, Peter Straub, Dean Koontz, Theodore Sturgeon, Stephen King, Ray Bradbury son algunos de los narradores más reconocidos.

Al sur del planeta Tlön también hubo aterrorizadores profesionales: los argentinos Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, la singular Silvina Ocampo, Julio Cortázar, Juan Rodolfo Wilcock, los uruguayos Horacio Quiroga y Felisberto Hernández, los mexicanos Juan Rulfo y Carlos Fuentes.

Pero, veamos, ¿qué características toma para sí el género del terror para ser considerado como tal? Según Adolfo Bioy Casares, es fundamental la "atmósfera", un especial diseño del clima que envuelve el acontecimiento espantoso. En segundo lugar ubica las argucias del escritor para conseguir la "suspensión de la incredulidad" del lector: el terror tiene que ser verosímil. En tercer lugar, se necesita convocar alguna forma del "Mal", dejando de lado toda consideración moral, porque eso aburre. Y en cuarto y no menos importante, se necesita el factor "sorpresa".

Para H. P. Lovecraft es imprescindible el elemento "sobrenatural", aquello que produzca un quiebre en la realidad del lector, que le queme la cabeza porque lo saca de su contexto conocido.

Invocamos a Fobos y a Deimos, Miedo y Terror, hijos de Ares y Afrodita, conductores del carro de la guerra, es decir, el carro de la muerte, temor primigenio de la raza humana para que nos guíen en este recorrido. Ahora que ya tenemos claro como convencer a los espíritus y que todo el mundo ha quitado las horrendas calabazas de la Noche de las Brujas, vamos a encender una fogata para que nuestros anfitriones nos relaten sus mejores historias tenebrosas.

El noble de Strawberry Fields


El cuarto Conde de Orford y primo del almirante Nelson tuvo el privilegio de ser considerado el autor de la primera novela gótica inglesa, dando así el puntapié inicial al género del terror.

Horace Walpole había nacido en 1717 y sus intereses eran diversos: político, escritor, editor e innovador arquitecto, constituyó una de las mentes más brillantes de su tiempo. Se había educado en Eton y en Cambridge, flor y nata de las academias británicas. Luego ingresó al Parlamento, desde donde apoyó al rey Jorge III.

Las malas lenguas sostienen su inclinación homosexual. Lo cierto es que nunca se casó y que tenía un aspecto afeminado, aunque tampoco se le han conocido romances de ningún tipo, por lo que sus favorecedores lo han calificado de "asexuado".

Promotor de las artes, transformó su castillo de Strawberry Fields en una imprenta, desde donde se publicaron grandes obras. También se le debe la invención del vocablo "serendipity" (serendipia en castellano) que describe todo hallazgo valioso e imprevisto. La palabra se origina en los personajes de un cuento, los príncipes de Serendip.

En El Castillo de Otranto cuenta la historia de una maldición que pesa sobre una familia medieval italiana, en una trama que combina la acción y el misterio.

Horace Walpole murió en 1797.

El Castillo de Otranto (fragmento)
Mientras tanto, el príncipe había ido al patio y ordenado que se abriesen todas las puertas del castillo para recibir al extraño caballero y su compañía.

A los pocos minutos llegó la caballería. Primero aparecieron dos heraldos con lanza. Luego otro heraldo seguido de dos pajes y de dos trompetas. Luego cien guardias a caballo. A continuación, cincuenta soldados de infantería, vestidos de color escarlata y negro, los colores del caballero. Después un caballero principal. Dos heraldos a cada lado de un caballero montado que portaba un estandarte con las armas de Vicenza y de Otranto, circunstancia ésta que ofendió mucho a Manfred, quien, no obstante sofocó su rencor. Dos pajes más. El confesor del caballero, con el rosario en la mano. Cincuenta soldados de infantería, vestidos como los anteriores. Dos caballeros, con armaduras completas, las viseras bajas, camaradas sin duda del caballero principal. Los escuderos de los dos caballeros, cargando los escudos y las armas. El escudero del caballero. Un centenar de señores que llevaban una espada enorme y que parecían estar a punto de desmayarse bajo el peso brutal. Luego el caballero en un corcel castaño, con la armadura completa, la lanza en ristre, el rostro enteramente oculto tras la visera, que estaba coronada por una larga pluma escarlata y negra. Cerraban la procesión otros cincuenta infantes con tambores y trompetas que se abrieron hacia la derecha y hacia la izquierda dejando espacio libre para el caballero principal.

El tanatólogo


Nuevamente convocamos al genio de Boston para que engalane estas páginas. Ya hemos dicho casi todo acerca de su vida, por lo que no caeremos en el pecado de la redundancia.

La mejor clasificación de los relatos de Edgar Allan Poe la ha hecho Julio Cortázar. Así, en su estupenda traducción los ha agrupado por temas: cuentos de terror, sobrenaturales, metafísicos, analíticos, de anticipación y retrospección, de paisaje, y grotescos y satíricos.

Nos centraremos en los cuentos de terror, entre los que citaremos El tonel de amontillado, El pozo y el péndulo, La caída de la casa Usher, Ligeia, La verdad sobre el caso del señor Valdemar, El entierro prematuro. Poe adoptó este género para complacer al público de la época.

Inmediatamente, la crítica lo acusó de dejarse llevar por la moda de la fantasía alemana (especialmente, E.T.A. Hoffmann). Poe les respondió en el prólogo a su libro Cuentos de lo grotesco y arabesco: "Si muchas de mis producciones han tenido como tesis el terror, sostengo que ese terror no viene de Alemania, sino del alma; que he deducido este terror tan sólo de sus fuentes legítimas, y que lo he llevado tan sólo a sus resultados legítimos."

Porque el tema central del horror poetiano es el humano y primitivo miedo a la muerte, ese sentimiento trágico de la vida que nos ha hecho crear dioses y vidas eternas.

El tonel de amontillado:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/poe/tonel.htm

El padre de la novia


Joseph Sheridan Le Fanu nació en Dublín, en 1814, donde los fantasmas son cosa de todos los días, tal vez por influjo del alcohol o del paisaje. Precisamente, sus historias de aparecidos constituyen de los primeros en el género de terror moderno, en los que no triunfa el bien ni existe una explicación científica para los fenómenos sobrenaturales.

Estudió derecho de mala gana y luego incursionó en el periodismo, publicando sus cuentos a la manera de folletines. Pero fue una novela la que le daría fama permanente: Carmilla.

La narración sobre esta mujer vampiro fue publicada en 1872 y cuenta la historia de Laura, una joven solitaria que vive en un castillo austriaco, hasta la llegada de una misteriosa extranjera. Hay una sugestiva relación entre las dos chicas. Le Fanu supo abordar el lesbianismo de tal manera de no escandalizar a la sociedad victoriana.

Una de las inspiraciones, además de las leyendas populares, fue la vida de la Condesa Sangrienta, Elizabeth Bathory, una noble húngara acusada de matar a más de 600 adolescentes para rejuvenecer con su sangre, a quien también se le atribuían relaciones lésbicas. A su vez, Carmilla inspiró a Bram Stoker para su Drácula.

Le Fanu murió en su Dublín natal, en 1873. Su fantasma debe estar recorriendo las tabernas en busca de nuevas historias macabras.

El fantasma y el ensalmador:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/lefanu/fantasma.htm

miércoles, 11 de noviembre de 2009

El gringo viejo


Algunos recordarán a un veterano Gregory Peck transitando por las tierras de Pancho Villa, en un film dirigido por nuestro coterráneo Luis Puenzo, sobre textos del mexicano Carlos Fuentes. Era Ambrose Bierce, soldado, periodista y escritor estadounidense del que se sabe nació en Ohio, en 1842 y del que se desconoce la fecha de su muerte (estimada alrededor de 1914) acontecida, se supone, en los alrededores de Chihuahua.

Un tipo raro este Bierce. Voluntario en la guerra de Secesión, alcanzó el grado de teniente y varias heridas de guerra. Tras su licencia, se dedicó al periodismo en varios medios de San Francisco. Luego, viajó a Londres, para regresar y establecerse en la ciudad californiana, a las órdenes de William Randolph Hearst, el magnate de la prensa amarilla. Y aunque despreciaba a Hearst, contribuyó notablemente al crecimiento de su imperio.

Ya en Londres había comenzado a escribir relatos que se caracterizaban por el uso de la ironía. Era, básicamente, un misántropo, desencantado de la bondad de hombres y mujeres. Se lo consideraba el heredero legítimo de Poe, Hawthorne y Melville, aunque lo distinguía de ellos el recurso del humor macabro.

Un buen día, ya septuagenario, muchos años después de un divorcio por sospechas de infidelidad y de la muerte de sus tres hijos, cruzó la frontera y se perdió para siempre entre las huestes revolucionarias mexicanas.

El horror de Pierce es una sensación física, nacida de la creación de una atmósfera opresiva e intimidatoria, cuya mejor expresión se cristaliza en El diccionario del diablo. Asimismo son sombríos sus relatos de la guerra, reunidos en Cuentos de soldados y civiles.

Un habitante de Carcosa:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/bierce/habitan.htm

El que no muere


Abraham Stoker nació en Irlanda en 1847, en el seno de una familia burguesa y progresista. Se graduó en el Trinity College en ciencias y matemáticas, pero el destino quiso que fuera a parar al Daily Evening Mail de Dublín, donde se desempeñó como crítico teatral hasta que comenzó a publicar, con cierto éxito, sus propias obras dramáticas.

Entonces ya era conocido como Bram Stoker, nombre que inmediatamente nos remite a Transilvania, antes que a las verdes colinas irlandesas. Sus primeros relatos de terror verán la luz en Shamrock, una revista especializada, pero luego comprende que Dios atiende en Londres y para allí se muda, acompañando al actor Henry Irving. Con él recorren los tugurios europeos, dónde se contagia la sífilis que le causaría la muerte.

En 1878 sienta cabeza y se casa con una ex novia de su amigo Oscar Wilde, Florence Balcombe. En esta calma hogareña, pergeña la que sería su obra maestra, Drácula, editada en 1897. Cuentan que al morir, en 1912, alucinaba con vampiros y que señalaba constantemente un rincón de su habitación, al grito de "strigoi", una palabra rumana que designa a las almas en pena que se alimentan de los vivos.

Para dar forma al vampiro humano más famoso de la literatura, Stoker se asesoró con un orientalista húngaro y leyó todo lo que tuvo a su alcance acerca del mito del chupasangre. Sin embargo, el personaje nada tiene que ver con Vlad Tepes, el empalador. Es más: aparentemente Stoker no tenía información sobre su historia, sino que le gustó la sonoridad y el significado del nombre, al leer una reseña sobre Moldavia y Valaquia, en la cual decía "Drácula, en la lengua nativa de Valaquia, significa diablo". Primeramente, había bautizado a su vampiro como Conde Wampy, nombre bastante menos serio y no hubiera causado terror alguno por lo gracioso.

Los vampiros ya eran parte del elenco estable de los escritores de novela gótica: ya vimos a Le Fanu, pero también los invocaron Polidori (el amigo de Byron), Coleridge, E.T.A. Hoffmann, Gautier, entre otros. Se sospecha que otra inspiración fue la figura de la condesa Bathory, la misma que inspiró Carmilla.

La vuelta de tuerca que le da Stoker es transformar a ese monstruo en un ícono romántico. Drácula es eterno, pero no inmortal, es cruel, pero ama, es etéreo pero tiene ambiciones humanas.

La novela ha dado lugar a una extensa filmografía, obras teatrales, comics, videojuegos, animé, canciones. Destacamos las películas "Nosferatu", tanto la primera de F. W. Murnau como la remake de Werner Herzog, con la espantosa máscara de Klaus Kinski, y "Bram Stoker's Dracula" de Francis Ford Coppola, con un vampiro sufriente y sensual en la piel de Gary Oldman. Por supuesto que la Hammer, mítica productora de cine de terror, no podía dejar pasar este personaje tan jugoso y así, en 1958, inauguró la saga dedicada al conde, con las actuaciones de Christopher Lee, en el papel de Drácula, y Peter Cushing como Van Helsing.

El huésped de Drácula:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/stoker/huesped.htm

El demiurgo de Providence


Tendría yo 13 o 14 años cuando un amigo de la familia me facilitó El color que cayó del cielo. Para entonces ya había leído las obras completas de Poe (regalo de cumpleaños de mi mamá), Drácula, Carmilla, Jekyll y Hyde y todo lo terrorifico que estuviera a mi alcance. Nada comparable con la primera impresión que me causó este relato de Howard Phillips Lovecraft. Una semana durmiendo con la luz prendida, de mirar desconfiada sumideros y alcantarillas, de tomarle idea a la gelatina (porque había determinado en mi imaginación que los Primitivos eran como la gelatina de manzana, aunque pestilentes) Un terror básico a lo innominado, similar al clima que se respiraba por entonces en las calles de Buenos Aires.

Escritor considerado menor por algunos académicos, Lovecraft reúne dos méritos incontrastables: el primero es haber creado una cosmología completa, tan verosímil que muchos lectores han creído firmemente en la existencia de su libro mítico, el Necronomicón. El segundo es haber apelado al miedo sutil por lo invisible: es un simbolista. Un tercer mérito póstumo es haber influenciado a los escritores del género que lo sucedieron, inspirado películas, comics, videojuegos, etc.

Lovecraft apela a terrores atávicos, a la existencia de un conocimiento oculto y prohibido para las masas, a la influencia de alienígenas en el origen de la humanidad, a la imposibilidad de escapar del destino. Para ser justos, hay que reconocerle un contenido racista y misógino: los "malos" siempre son mestizos, oscuros, y las pocas mujeres que aparecen son perversas.

Había nacido en Providence, Rhode Island, en 1890 y fue un niño prodigio. Ateo, amante de la ciencia, tuvo una educación variada e informal. Era hosco y solitario, aunque muy unido a su madre, que muchos la consideran la causante del comportamiento extravagante del escritor. Luego de su muerte, tuvo una boda que concluyó en divorcio, con una estadia en Nueva York y el posterior regreso a Providence, donde permaneció hasta su muerte, en 1937.

A pesar de que era reconocido por sus pares, algunos de los cuales formaron lo que se conocería como "el círculo Lovecraft", que colaboraría con el ciclo de los relatos de Cthulhu, fue prácticamente desconocido por el público en vida. Publicaba mucho, pero en medios de escasa repercusión. Esto y las dificultades económicas acentuaron su carácter hostil y su racismo.

Fue el cine el gran promotor de la obra de Lovecraft, que a partir de la década del 60despertó los viejos terrores de Nueva Inglaterra, dormidos en las entrañas de la tierra, a la espera de su hora de gloria.

El color que cayó del cielo:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/lovecraf/color.htm