miércoles, 11 de noviembre de 2009

El que no muere


Abraham Stoker nació en Irlanda en 1847, en el seno de una familia burguesa y progresista. Se graduó en el Trinity College en ciencias y matemáticas, pero el destino quiso que fuera a parar al Daily Evening Mail de Dublín, donde se desempeñó como crítico teatral hasta que comenzó a publicar, con cierto éxito, sus propias obras dramáticas.

Entonces ya era conocido como Bram Stoker, nombre que inmediatamente nos remite a Transilvania, antes que a las verdes colinas irlandesas. Sus primeros relatos de terror verán la luz en Shamrock, una revista especializada, pero luego comprende que Dios atiende en Londres y para allí se muda, acompañando al actor Henry Irving. Con él recorren los tugurios europeos, dónde se contagia la sífilis que le causaría la muerte.

En 1878 sienta cabeza y se casa con una ex novia de su amigo Oscar Wilde, Florence Balcombe. En esta calma hogareña, pergeña la que sería su obra maestra, Drácula, editada en 1897. Cuentan que al morir, en 1912, alucinaba con vampiros y que señalaba constantemente un rincón de su habitación, al grito de "strigoi", una palabra rumana que designa a las almas en pena que se alimentan de los vivos.

Para dar forma al vampiro humano más famoso de la literatura, Stoker se asesoró con un orientalista húngaro y leyó todo lo que tuvo a su alcance acerca del mito del chupasangre. Sin embargo, el personaje nada tiene que ver con Vlad Tepes, el empalador. Es más: aparentemente Stoker no tenía información sobre su historia, sino que le gustó la sonoridad y el significado del nombre, al leer una reseña sobre Moldavia y Valaquia, en la cual decía "Drácula, en la lengua nativa de Valaquia, significa diablo". Primeramente, había bautizado a su vampiro como Conde Wampy, nombre bastante menos serio y no hubiera causado terror alguno por lo gracioso.

Los vampiros ya eran parte del elenco estable de los escritores de novela gótica: ya vimos a Le Fanu, pero también los invocaron Polidori (el amigo de Byron), Coleridge, E.T.A. Hoffmann, Gautier, entre otros. Se sospecha que otra inspiración fue la figura de la condesa Bathory, la misma que inspiró Carmilla.

La vuelta de tuerca que le da Stoker es transformar a ese monstruo en un ícono romántico. Drácula es eterno, pero no inmortal, es cruel, pero ama, es etéreo pero tiene ambiciones humanas.

La novela ha dado lugar a una extensa filmografía, obras teatrales, comics, videojuegos, animé, canciones. Destacamos las películas "Nosferatu", tanto la primera de F. W. Murnau como la remake de Werner Herzog, con la espantosa máscara de Klaus Kinski, y "Bram Stoker's Dracula" de Francis Ford Coppola, con un vampiro sufriente y sensual en la piel de Gary Oldman. Por supuesto que la Hammer, mítica productora de cine de terror, no podía dejar pasar este personaje tan jugoso y así, en 1958, inauguró la saga dedicada al conde, con las actuaciones de Christopher Lee, en el papel de Drácula, y Peter Cushing como Van Helsing.

El huésped de Drácula:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/stoker/huesped.htm

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