jueves, 12 de noviembre de 2009

El noble de Strawberry Fields


El cuarto Conde de Orford y primo del almirante Nelson tuvo el privilegio de ser considerado el autor de la primera novela gótica inglesa, dando así el puntapié inicial al género del terror.

Horace Walpole había nacido en 1717 y sus intereses eran diversos: político, escritor, editor e innovador arquitecto, constituyó una de las mentes más brillantes de su tiempo. Se había educado en Eton y en Cambridge, flor y nata de las academias británicas. Luego ingresó al Parlamento, desde donde apoyó al rey Jorge III.

Las malas lenguas sostienen su inclinación homosexual. Lo cierto es que nunca se casó y que tenía un aspecto afeminado, aunque tampoco se le han conocido romances de ningún tipo, por lo que sus favorecedores lo han calificado de "asexuado".

Promotor de las artes, transformó su castillo de Strawberry Fields en una imprenta, desde donde se publicaron grandes obras. También se le debe la invención del vocablo "serendipity" (serendipia en castellano) que describe todo hallazgo valioso e imprevisto. La palabra se origina en los personajes de un cuento, los príncipes de Serendip.

En El Castillo de Otranto cuenta la historia de una maldición que pesa sobre una familia medieval italiana, en una trama que combina la acción y el misterio.

Horace Walpole murió en 1797.

El Castillo de Otranto (fragmento)
Mientras tanto, el príncipe había ido al patio y ordenado que se abriesen todas las puertas del castillo para recibir al extraño caballero y su compañía.

A los pocos minutos llegó la caballería. Primero aparecieron dos heraldos con lanza. Luego otro heraldo seguido de dos pajes y de dos trompetas. Luego cien guardias a caballo. A continuación, cincuenta soldados de infantería, vestidos de color escarlata y negro, los colores del caballero. Después un caballero principal. Dos heraldos a cada lado de un caballero montado que portaba un estandarte con las armas de Vicenza y de Otranto, circunstancia ésta que ofendió mucho a Manfred, quien, no obstante sofocó su rencor. Dos pajes más. El confesor del caballero, con el rosario en la mano. Cincuenta soldados de infantería, vestidos como los anteriores. Dos caballeros, con armaduras completas, las viseras bajas, camaradas sin duda del caballero principal. Los escuderos de los dos caballeros, cargando los escudos y las armas. El escudero del caballero. Un centenar de señores que llevaban una espada enorme y que parecían estar a punto de desmayarse bajo el peso brutal. Luego el caballero en un corcel castaño, con la armadura completa, la lanza en ristre, el rostro enteramente oculto tras la visera, que estaba coronada por una larga pluma escarlata y negra. Cerraban la procesión otros cincuenta infantes con tambores y trompetas que se abrieron hacia la derecha y hacia la izquierda dejando espacio libre para el caballero principal.

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