“Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”.
jueves, 7 de junio de 2012
Antón Chéjov
CONSEJOS PARA ESCRITORES
Uno no termina
con la nariz rota por escribir mal; al contrario, escribimos porque nos
hemos roto la nariz y no tenemos ningún lugar al que ir.
Cuando escribo no tengo la impresión de que mis
historias sean tristes. En cualquier caso, cuando trabajo estoy siempre
de buen humor. Cuanto más alegre es mi vida, más sombríos son los
relatos que escribo.
Dios mío, no permitas que juzgue o hable de lo
que no conozco y no comprendo.
No pulir, no limar demasiado. Hay que ser
desmañado y audaz. La brevedad es hermana del talento.
Lo he visto todo. No obstante, ahora no se
trata de lo que he visto sino de cómo lo he visto.
Es extraño: ahora tengo la manía de la
brevedad: nada de lo que leo, mío o ajeno, me parece lo bastante breve.
Cuando escribo, confío plenamente en que el
lector añadirá por su cuenta los elementos subjetivos que faltan al
cuento.
Es más fácil escribir de Sócrates que de una
señorita o de una cocinera.
Guarde el relato en un baúl un año entero y,
después de ese tiempo, vuelva a leerlo. Entonces lo verá todo más claro.
Escriba una novela. Escríbala durante un año entero. Después acórtela
medio año y después publíquela. Un escritor, más que escribir, debe
bordar sobre el papel; que el trabajo sea minucioso, elaborado.
Te aconsejo: 1) ninguna monserga de carácter
político, social, económico; 2) objetividad absoluta; 3) veracidad en la
pintura de los personajes y de las cosas; 4) máxima concisión; 5)
audacia y originalidad: rechaza todo lo convencional; 6) espontaneidad.
Es difícil unir las ganas de vivir con las de
escribir. No dejes correr tu pluma cuando tu cabeza está cansada.
Nunca se debe mentir. El arte tiene esta
grandeza particular: no tolera la mentira. Se puede mentir en el amor,
en la política, en la medicina, se puede engañar a la gente e incluso a
Dios, pero en el arte no se puede mentir.
Nada es más fácil que describir autoridades
antipáticas. Al lector le gusta, pero sólo al más insoportable, al más
mediocre de los lectores. Dios te guarde de los lugares comunes. Lo
mejor de todo es no describir el estado de ánimo de los personajes. Hay
que tratar de que se desprenda de sus propias acciones. No publiques
hasta estar seguro de que tus personajes están vivos y de que no pecas
contra la realidad.
Escribir para los críticos tiene tanto sentido
como darle a oler flores a una persona resfriada.
No seamos charlatanes y digamos con franqueza
que en este mundo no se entiende nada. Sólo los charlatanes y los
imbéciles creen comprenderlo todo.
No es la escritura en sí misma lo que me da
náusea, sino el entorno literario, del que no es posible escapar y que
te acompaña a todas partes, como a la tierra su atmósfera. No creo en
nuestra intelligentsia, que es hipócrita, falsa, histérica,
maleducada, ociosa; no le creo ni siquiera cuando sufre y se lamenta, ya
que sus perseguidores proceden de sus propias entrañas. Creo en los
individuos, en unas pocas personas esparcidas por todos los rincones
-sean intelectuales o campesinos-; en ellos está la fuerza, aunque sean
pocos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario