martes, 4 de noviembre de 2008

LOS HERMANOS JAMES

Hace mucho tiempo, cuando vivía en Rye, en Sussex, tuve el honor de que me visitaran dos hombres muy distinguidos; los dos eran americanos, en realidad eran hermanos; pero la clase de éxito de cada uno de ellos era muy distinta. Uno era Henry James el novelista que vivía en la casa de al lado; el otro era William James, el filósofo, que había cruzado el Atlántico y parecía tan fresco como el océano. En realidad los dos hermanos ofrecían un contraste fantástico: uno tan solemne acerca de detalles sociales que a menudo se consideran triviales; el otro tan entusiasmado con estudios que generalmente se consideran áridos. Henry James hablaba de tostadas y tazas de té con la grandiosidad de un fantasma de familia; mientras William James hablaba del metabolismo y la teoría de los valores con el aire de un hombre que cuenta sus amoríos a bordo de un buque. Pero aunque siento por los dos el más profundo afecto, no puedo evitar el pensar que el contraste entre ellos revela cierta verdad acerca de dos distintos tipos de literatura.

Hace poco estuve releyendo uno de los últimos estudios de Harvey Wickman sobre el pensamiento moderno, libro sumamente inteligente, en el que se incluye un estudio sobre William James. Creo que el crítico fue justo con la filosofía, pero no con el filósofo. No creo que el pragmatismo pueda erigirse en serio rival de la filosofía permanente de la verdad y lo absoluto. Pero creo, en cambio, que William James sí se erigió en combatiente y limpiador de la clase especial de tontería solemne más corriente en nuestro tiempo. Sólo indirectamente puede haber servido a la causa de la fe, en la fe; pero hizo mucho más para servir la causa de la incredulidad en la incredulidad; tema muy edificante. Pero éste no es mi punto principal. Me parece que donde falló William James es exactamente donde triunfó Henry James; al crear con sombras suaves y casos dudosos todo un argumento. Eso muy bien puede hacerse en una novela, pues sólo exige ser excepcional. No puede hacerse con la filosofía, pues debe exigir ser universal.

El pragmatismo falla porque es un cosmos hecho de retazos. Pero los cuentos son mejores si se los hace de retazos, especialmente cuando son muy extraños. Al azar recuerdo un cuento de Henry James en el cual aparece un joven inteligente que inexplicablemente se convierte en una especie de gato doméstico en la casa de una pareja rica pero aburrida en grado sumo. Esto ocurre no porque él sea un extravagante o un servil, sino porque lo conmueve la fidelidad y el delirio de la vieja pareja, que mantiene vivo el recuerdo de la hija muerta, cuya vida continúan en una especie de sueño en el cual el joven figura como novio. El cuento es hermoso y delicado y no parece imposible. Si le aplicamos cualquier filosofía moral, por más moderna y alocada que sea, todos nos apartaríamos de ella por establecer como regla general que todos los jóvenes deber vivir de los viejos, que deben alentar los delirios; que estemenage es un modelo para todo hogar normal. Pero para eso sirve, precisamente, el novelista. No está obligado a justificar al ser humano, sino sólo a humanizarlo. Es a él y no al filósofo a quien corresponde ocuparse de este tipo de accidentes en los cuales “las cosas resultan distintas cuando se las pone en práctica”. El error de William James reside en que no puso, como su hermano, sus ideas en novelas, donde tal oportunismo es muy apropiado.Trató de crear un sistema cósmico con esos accidentes y ese oportunismo, y el sistema no es sistemático. La comparación sugiere que los novelistas, después de todo esto, pueden tener cierta utilidad.



Para qué sirve un novelista
Gilbert Keith Chesterton

Una vez más, Chesterton da en la tecla. Henry James es uno de los mejores sastres de la literatura del siglo XIX: historias pequeñas que cosidas unas a otra construyen el tapiz de la sociedad anglosajona de ambas orillas del Atlántico.

Había nacido en Nueva York, en 1843 y murió en Londres en 1916, luego de adoptar la ciudadanía británica, como manifestación de su postura anti-alemana en la Primera Guerra Mundial. Escribió 22 novelas y 112 relatos, en los que utilizó elementos literarios novedosos y efectivos, para reflejar dos continentes.

Muchas de sus novelas fueron llevadas a la pantalla grande. Esto se debe en parte a su habilidad para transmitir la atmósfera de su tiempo, pero no hay que dejar de lado su manejo del tiempo narrativo y el sentido visual de su prosa, poblada de personajes bien delineados, reconocibles, minuciosamente observados por un narrador que no juzga.

Washington Square, Los papeles de Aspern, Las bostonianas, Los europeos, Las alas de la paloma, El retrato de una dama, Otra vuelta de tuerca y Daisy Miller son sus títulos más trascendentes.

La psicología es el lugar común donde se reúnen los dos hermanos James. Por una capacidad innata para captar la esencia de las personas, en el caso de Henry, por un interés académico sobre esa nueva ciencia que tiene, como ninguna otra, como objeto de estudio al hombre, en el caso de William.

Si en otros autores conviven las dos facetas, el filósofo-escritor o el escritor-filósofo, los James se desdoblan para, cada cuál por su lado y con los recursos que le han sido dados, buscar la respuesta a la gran pregunta. ¿quiénes somos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario