martes, 4 de noviembre de 2008

NOBEL FILOSÓFICOS

Los premios Nobel de Literatura gozan de un prestigio indiscutible. Vaya a saber uno la razón, pero en el inconsciente colectivo existe una alta ponderación para este galardón, a pesar de que el gran público, por lo general, desconoce completamente no sólo la obra sino también el nombre y apellido de los premiados.

En el camino de los afortunados que fueron distinguidos quedan escritores de inmensa popularidad que con el transcurrir del tiempo se transformarán en nuevos clásicos, pero que jamás podrán presumir de integrar esa selecta elite de los escritores Nobel. Aunque siempre les queda el consuelo de constituir la no tan selecta ni afamada elite de escritores Tlön.

Que hay cuestiones políticas que inclinan la balanza a favor o en contra de tal o cual candidato, dirán algunos. Que la moda también involucra a la literatura y los autores que ayer estaban en la cresta de la ola pueden ser olvidados mañana, dirán otros. Yo invito a quien quiera hacer un recorrido por el listado de los elegidos para que, con una mano en el corazón, me diga a cuántos de ellos ha leído. Sin por ello hacer un demérito de estos escritores, existe evidencia suficiente que indica que otros autores han sido mucho más influyentes y no han recibido la cucarda sueca.

Pero el tema que nos convoca no es este, sino resaltar la figura de tres filósofos que han visto coronados sus trabajos con el premio Nobel de Literatura.

Por orden cronológico, presentamos en primer lugar al francés Henri Bergson (1859-1941), Nobel en 1927, filósofo del denominado espiritualismo, que nace como oposición al positivismo (y sobre todo al utilitarismo) El pensamiento de Bergson es una bisagra entre dos siglos: introduce a Francia en el siglo XX. Se le reconoce un gran manejo de la metáfora y de las imágenes y una gran precisión en el uso del idioma. No ha escrito obras de ficción, sino ensayos en los que desarrolla su pensamiento.

Nuestro segundo invitado es Lord Bertrand Russell (1872-1970), un personaje a quién cabía darle tanto el Nobel de Literatura como el de Física o el de la Paz, dada su gigantesca labor en el campo de la matemática, la lingüística, la política y las ciencias sociales. Asusta enumerar los trabajos de este noble británico, que aportó tanto a la teoría de la relatividad, como a los derechos de las mujeres, a la filosofía analítica o al pacifismo. Siempre polémico, siempre sarcástico en sus comentarios, valiente en sus opiniones y prolífico en sus acciones, es uno de los pensadores más complejos, completos e interesantes del siglo XX. Dejó escritos innumerables ensayos en todos los campos en los cuales se destacó. Su contribución a la filosofía del lenguaje es importantísima, sobre todo por su teoría de las descripciones.

El tercero es a quién más se lo puede relacionar con la literatura, dado que se destacó como narrador y dramaturgo. Es el existencialista ateo por antonomasia, el de los anteojos enormes: Jean-Paul Sartre (1905-1980) Fue distinguido con el Nobel en 1964, que rechazó por sus convicciones. Su principal trabajo filosófico fue “El ser y la nada” y representa el paradigma de intelectual comprometido del siglo XX. “A puerta cerrada” (de donde proviene su conocida frase “el infierno son los otros”), “La náusea”, la trilogía “Los caminos de la libertad”, “Las moscas”, “La puta respetuosa”, son algunas de sus obras literarias.
Por escasez de postulantes o por entender que el Nobel de Literatura debe consagrar a escritores antes que a pensadores, luego de Sartre no ha vuelto a ocurrir que el premio cayera en manos de un filósofo. Este dato no es significativo, pero, se sabe, el universo de Tlön está plagado de insignificancias.

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