miércoles, 30 de septiembre de 2009

LO TUYO ES PURO TEATRO


Un hombre imitando a un animal, una máscara de corteza de árbol con una expresión pintada, un grupo reunido en torno a ese rito sagrado de la palabra y ya tenemos inventado el teatro. Una manifestación que ha recorrido más de 20 mil años de cultura, en todas las latitudes del planeta. Que los griegos hayan codificado ese hecho artístico como teatro les da patente de inventores, pero en realidad es patrimonio de la humanidad.

Por eso se dice que el teatro surge en Grecia a partir del ditirambo, textos que glorificaban al dios Dionisos, el borrachín. Luego se aplica esta estructura a otras deidades, hasta que se les ocurre cantar a un personaje importante que haya muerto, aunque no tenga origen divino, es decir, secularizar al ditirambo original. Fue entonces que un integrante de ese primitivo coro se diferencia y separa para salmodiar otra cosa. Luego este primer miembro del coro que sale de su sitio, se disfraza y surge el primer actor, protagonista. Cuando se incorpora el diálogo a la escena, aparece un segundo actor, el deuteragonista, por lo que ya deja de ser una suerte de unipersonal para transformarse en un juego colectivo, a medida que se van incorporando nuevos actores. Los pilares de la tragedia griega lo constituyen Esquilo, Sófocles y Eurípides, mientras que la comedia queda en manos de Aristófanes.

Los romanos se avisparon de la importancia propagandística de este invento griego e hicieron de las representaciones un lugar de reunión y de ostentación de poder. Es así que le construyeron edificios monumentales, escenografías imponentes y detalladas (tal como consta en el tratado escrito por Vitruvio, en el siglo I a.C.) Plauto y Terencio serán los comediógrafos romanos por excelencia, mientras que entre los trágicos se destaca el estoico Séneca.

Culturas tan lejanas como la japonesa (con el No y el Kabuki) y la maya (de la que se conserva un texto, el Rabinal Achi) han demostrado una temprana afición al género.

Durante la Edad Media, Occidente recurre al teatro para afianzar el culto cristiano. Serán entonces los clérigos los que escriban los autos de fe y los tropos, para cautivar a ese público analfabeto e inculto que asistía a los oficios religiosos: aparece el mester de clerecía, cuyos abanderados en la lengua española son Gonzalo de Berceo y el Arcipreste de Hita. Las representaciones tenían lugar en la iglesia, hasta que, al agregarse elementos profanos o cómicos, se vieron obligados a abandonar los recintos sagrados y trasladarse a los corrales de comedias.

Alrededor del siglo XII hace su aparición la literatura escrita en lenguaje vulgar y difundida de pueblo en pueblo por unos sujetos muy populares, que además de cantar hacían malabarismos, bailes y morisquetas: eran los juglares. Trascartón, se divulgan los cantares de gesta, generalmente anónimos y transmitidos por vía oral hasta que alguien se tomaba el trabajo de pasarlo por escrito, con el objeto de ser recitados.

En el Renacimiento, la tradición teatral se renueva. Por un lado, hay una vuelta al modelo clásico griego y el tema mitológico suplanta al tema religioso. Paralelamente, en Italia aparece la Commedia dell’Arte, heredera directa de los bufones medievales. Se arman las primeras compañías de actores, con repertorio de obras y arquetipos reconocibles y perdurables: Polichinela, Colombina, Arlequín.

Entre los siglos XVI y principios del siglo XVII se desarrolla una verdadera época de oro para el teatro, sobre todo por la calidad y cantidad de autores que salen a escena y por los mecenas y empresarios que apuestan al género, construyendo salas y contratando elencos. Es el mundo de Christopher Marlowe, de William Shakespeare, de Ben Jonson, de Lope de Vega, de Calderón de la Barca, de Tirso de Molina, de Racine, Corneille y Molière.

La Ilustración lleva sus ideas a las tablas, que se refleja en el neoclasicismo, con una impronta moralista en los textos y el culto a la razón. Los filósofos recurren al teatro para exponer su ideario: Voltaire es un ejemplo. Nicolás Fernández de Moratín se atreve con El arte de las putas, censurado por la Inquisición española aún vigente, que inspirará los Caprichos de Goya. Leandro Fernández de Moratín, en tanto, cuestiona las costumbres de la época en El sí de las niñas. Nace el sainete. Schiller y Goethe revolucionan la literatura alemana.

El siglo XIX inicia la tradición del teatro moderno, rompiendo con el modelo italiano en cuanto a las instalaciones, imponiendo el modelo en abanico y con plateas escalonadas e integrando arquitectura, escenografía y representación. Cambian también las técnicas de actuación, al influjo del ruso Stanislawski. Los textos van del romanticismo al naturalismo, preparando el terreno para el quiebre que producirá en el siguiente siglo el teatro del absurdo. Chejov, Ibsen, Strindberg, Wilde, Jarry (ya hablamos de Ubú Rey en ediciones anteriores), Schnitzler son algunos de sus artífices.

El teatro contemporáneo se permitirá correr los límites, explorando nuevas formas de expresión, tal como lo hará la poesía. Hay un rechazo al planteo realista, suplantándolo por la discusión metafísica de la condición humana (Bertolt Brecht, Luigi Pirandello, Jean Anouilh, Jean-Paul Sartre) o por una visión onírica de la realidad (surrealistas franceses, Jean Genet, André Gide, Jean Cocteau) Antonin Artaud propone estremecer a través de su Teatro de la Crueldad. Federico García Lorca explora desde sus raíces granadinas. Los británicos hacen gala de su humor ácido y crítico (George Bernard Shaw, Samuel Beckett, Harold Pinter, Peter Schaffer, Arnold Wesker) Estados Unidos estalla en dramaturgos y comediógrafos, que prontamente serán consumidos en Broadway y Hollywood (Arthur Miller, Tennessee Williams, Eugene O’Neill, Edward Albee, Neil Simon)

Ya están listos los tramoyistas para correr el telón imaginario que vela el escenario principal del gran teatro de este pequeño mundo que dimos en llamar Tlön. El programa de hoy incluye lo mejor del repertorio, elegido, insistimos, de manera absolutamente discutible, de acuerdo con nuestro propio gusto personal.

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