miércoles, 2 de diciembre de 2009

MENÚ A LA CARTA


La carta entraña una suerte de secreto de confesión. Con excepción de las llamadas "cartas abiertas", nadie escribe pensando que la leerán otros ojos que los del destinatario. Pero la posteridad es impertinente y precisamente esos textos privados despiertan un interés casi obsceno, porque nos introducen en el mundo íntimo de esas dos personas que se comunican a través de la esquela.

Aunque la epistolografía propiamente dicha arranca con la cultura grecolatina, se conservan numerosas cartas de la antigua Mesopotamia y del imperio egipcio, de contenido oficial y mercantil. En el Nuevo Testamento, aparecen las epístolas de los apóstoles, que cumplen con la función de difundir el dogma del cristianismo y están escritas para ser leídas a los fieles.

En Grecia y en Roma era habitual que los filósofos escribieran cartas a sus discípulos, los políticos expresaran su doctrina, los poetas publicaran sus tratados, a través de la epístola. Así se establece una primera clasificación: privadas, públicas, oficiales, abiertas, doctrinales o científicas, de dedicación o proemio, poéticas. Cicerón, Séneca, Ovidio han dejado una extensa obra epistolar.

En la Edad Media, los llamados padres de la Iglesia, como San Agustín, también incursionaron en el género. Sin embargo, las más famosas representantes de la época son las Cartas a Eloísa, escritas por el filósofo Pedro Abelardo a su amante.

El Renacimiento, con su revalorización del clasicismo, retoma esta costumbre, llevándola casi al rango de ensayo. Erasmo de Rotterdam (sobre todo en su correspondencia con Martín Lutero) y Petrarca han dejado testimonio al respecto.

La Ilustración también valora la importancia de la carta. Autores como Voltaire(Cartas filosóficas), Montesquieu (Cartas persas), José Cadalso (Cartas marruecas) y Pierre Choderlos de Laclos (Las amistades peligrosas) jeraquizan la vulgar esquela, hasta transformarla en novela epistolar.

Este nuevo subgénero hace eclosión con el Romanticismo, cuando Goethe publica Las cuitas del joven Werther, Mary Shelley,Frankenstein o el moderno Prometeo y Bram Stoker hace lo propio con Drácula.

La literatura contemporánea recurre al género epistolar, como herramienta narrativa, por ejemplo, en el cuento Cartas a mamá de Julio Cortázar o esa extensa carta abierta e inconclusa que es la novela distópica Nosotros de Yevgeni Zamiatin.

La carta también ha sido un importante documento histórico y de denuncia, una estrategia militante para los escritores consecuentes con su tiempo. En muchos casos nos ha permitido husmear en la personalidad del remitente, descubriendo un costado oculto e impensado.

Del extenso epistolario que conservamos en Tlön seleccionamos algunas pocas, por contundentes, curiosas, sesudas, valerosas, emotivas. Encontramos también listas del supermercado, números de la quiniela y misivas intimidatorias del tipo "este domingo los vamo' a reventar" que preferimos obviar para no comprometer a sus autores.

1 comentario:

  1. Pufffff, impresionante. Menuda Roxy estás hecha. Recomendaré esta página de manera muy significativa.

    Especialmente me gustaron la de joyce y la de walsh. Y te aconsejo, sino las conoces, las Cartas Marruecas de José Cadalso.

    Nunca dejes de escribir.

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