martes, 6 de mayo de 2008

TLöNISTAS FAMOSOS

El hombre que fue Chesterton

Doblegado ante la autoridad y la tradición de mis mayores por una ciega credulidad habitual en mí y aceptando supersticiosamente una historia que no pude verificar en su momento mediante experimento ni juicio personal, estoy firmemente convencido de que nací el 29 de mayo de 1874, en Campden Hill, Kensington, y de que me bautizaron según el rito de la Iglesia anglicana en la pequeña iglesia de St. George…


Gilbert Keith Chesterton fue un hombre grande, en todo sentido. Físicamente, porque medía 1.93 metros y pesaba alrededor de 130 kilos. Tanto es así que, durante la Primera Guerra Mundial, una mujer en Londres le preguntó por qué no estaba peleando "afuera en el Frente", a lo que le respondió: 'Si usted da una vuelta hasta mi costado, podrá ver que sí lo estoy”.

De su paso por las instituciones escolares, conservará el recuerdo de “ser instruido por alguien que yo no conocía, acerca de algo que no quería saber”. Luego, tomó clases de dibujo y pintura, que le servirían para ilustrar algunos de sus libros.

“El periodismo consiste esencialmente en decir 'lord Jones ha muerto' a gente que no sabía que lord Jones estaba vivo”, supo decir quien haría del periodismo su profesión.

Criado en una familia de librepensadores, en plena época victoriana, devino en un apasionado defensor de la fe católica. “Cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier cosa”, nos dirá, con conocimiento de causa, ya que transitó varias veredas, antes de llegar a lo que él consideraba la religión verdadera.

“Democracia significa gobierno por los que no tienen educación y aristocracia significa gobierno por los mal educados”. Interesado por la realidad política de su tiempo, planteó una alternativa al capitalismo y al comunismo, denominada distribucionismo y fundamentada en la doctrina social de la Iglesia.

Llamado “Príncipe de la paradoja”, sus textos se caracterizan por comenzar con alguna afirmación que parece de lo más normal y que terminará revelando que no todo es lo que parece, en una nueva y original vuelta de tuerca a la argumentación lógica conocida como reductio ad absurdum.

Pocos autores han logrado una simbiosis tan perfecta con su personaje fetiche. De tal forma, resulta imposible despegar a Chesterton de su Padre Brown, el pequeño y aparentemente torpe sacerdote que resuelve casos policiales en base a su conocimiento de la condición humana, antes que apelando a soluciones ingeniosas.

De una obra compuesta por ochenta libros, varios cientos de poemas, alrededor de doscientos cuentos e innumerables artículos, ensayos y obras menores, mezquinamente citaremos un par, a modo de recomendación: la novela “El hombre que fue jueves”, una alegoría sobre el mal y el libre albedrío, el poema épico sobre Alfredo El Grande “La balada del caballo blanco”, el viaje a través de la historia de la humanidad encerrado en “El hombre eterno” y los cinco volúmenes de los relatos del Padre Brown.

Este inglés, para quien “muchos críticos de hoy han pasado de la premisa de que una obra maestra puede ser impopular, a la premisa de que si no es impopular no puede ser una obra maestra”, habita nuestro planeta, fundamentalmente, a fuerza de honestidad intelectual. Aún transitando cosmogonías paralelas, reconocemos en Chesterton su mirada piadosa hacia el hombre, su fe irreductible, aunque racional y cuestionadora y su literatura espléndida y militante.

Murió el 14 de junio de 1936, para ser admirado por otros que tomaron la posta: Franz Kafka, Jorge Luis Borges, Ernest Hemingway, Graham Greene, C. S. Lewis… y los tlönistas de este foro.

No hay cínicos, no hay materialistas. Todo hombre es un idealista, sólo que sucede con demasiada frecuencia que tiene un ideal equivocado.

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