miércoles, 28 de octubre de 2009

Francis Scott Fitzgerald (1896-1940)


Máximo representante de la llamada “era del jazz”, miembro de la Generación perdida, vocero de los “roaring twenties” que ahogaban su aburrimiento en alcohol y cocaína, su literatura está habitada por dandies condenados a darse de narices contra la realidad y muchachas hermosas, liberales y contradictorias.

Su propia biografía es novelesca. Nacido en Saint Paul, Minnesota, estudia unos años en Princeton, pero luego se alista en el ejército, aunque finalmente no va al frente porque se acaba la guerra. Se enamora perdidamente de Zelda Sayre, con quien lleva una vida de placeres, por lo cual debe dejar de lado su sueño de ser novelista y dedicarse a escribir relatos cortos para los diarios. Su primer éxito editorial es A este lado del paraíso (1920), manifiesto de toda esa generación del charleston y la ley seca.

El suceso continuará con su segunda novela, Hermosos y malditos, pero su obra maestra llegará cuando escriba El gran gatsby (1925), la historia de un traficante de alcohol, un ser inmoral y dispuesto a todo pero teñido con un barniz aristocrático. Completan su novelística Suave es la noche y El último magnate.

Un dato más: el film de David Fincher El curioso caso de Benjamin Button es la adaptación de una novela corta, publicada en Cuentos de la era del jazz.

El gran Gatsby (fragmento)

"En mi primera infancia mi padre me dio un consejo que, desde entonces, no ha cesado de darme vueltas. Cada vez que te sientas inclinado a criticar a alguien -me dijo- ten presente que no todo el mundo ha tenido tus ventajas. No añadió más, pero ambos no hemos sido nunca muy comunicativos dentro de nuestra habitual reserva, por lo cual comprendí que, con sus palabras, quería decir mucho más.
(...)
Su corazón se hallaba en constante y turbulenta agitación, temperamento creador, tenía un don para saber esperar y, sobre todo, una romántica presteza; era la suya una de esas raras sonrisas, con una calidad de eterna confianza, de esas que en toda la vida no se encuentran más que cuatro o cinco veces.
(...)
James Gatz era víctima de un mundo al que no pertenecía: ricos, seres descuidados e indiferentes, que aplastaban cosas y seres humanos, y luego se refugiaban en su dinero o en su amplia irreflexión.
(...)
Gatsby creía en el fastuoso futuro que año tras año retrocede ante nosotros. Aunque en este momento nos evite, no importa... Mañana correremos más rápido, estiraremos más los brazos... Y una hermosa mañana. Y así seguimos, luchando como barcos contra la corriente, atraídos incesantemente hacia el pasado."

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