martes, 4 de agosto de 2009

CYRANO DE BERGERAC


Erase un hombre a una nariz pegado... el verso de Quevedo describe perfectamente la principal característica de este poeta del siglo XVII, famoso por la recreación que hiciera de él su compatriota Rostand en 1897.

El Cyrano de la ficción es feo debido a su enorme apéndice nasal. Por este motivo debe resignarse y sufrir en silencio por el amor de Roxanne. Y como la quiere bien, colabora para que un guapo compañero de armas, Cristian, la conquiste, escribiéndole poemas inflamados de pasión. Roxanne se enamora de esas palabras, tanto como se había sentido atraída primeramente por la belleza de su festejante. Pero Cristian muere y la verdad se revela demasiado tarde.

Cyrano es atemporal, no sólo porque el personaje genera empatía con el público sino porque pone sobre el tapete una cuestión filosófica: ética versus estética. El gran mérito del autor fue no estereotipar ni juzgar a sus personajes. No hay buenos y malos. Cyrano no puede culpar a Cristian, porque está tan convencido de su fealdad que ni se atreve a intentar seducir a Roxanne. Roxanne se enamora de lo que ve y oye, sin saber que se trata de dos personas diferentes. Cristian acepta la ayuda de Cyrano porque realmente ama a la chica.

Cualquier persona identificaría inmediatamente al narigón de Cyrano, incluso con las facciones que le prestara Gerard Depardieu en la película homónima. Encontrar quien sepa acerca del verdadero Cyrano o de su exégeta ya sería más dificultoso.

Hercule-Savinien de Cyrano de Bergerac vivió entre 1619 y 1655 y fue un poeta satírico. Se lo recuerda por su Historia cómica de los estados e imperios de la Luna, una obra de anticipación en la que describe un viaje a nuestro satélite natural.

En tanto, Edmond Rostand fue un dramaturgo francés, adscrito al neorromanticismo, que gozó de mucho éxito y prestigio a principios del siglo XX, llegando a ser miembro de la Academia francesa de las Letras en 1901 y recibiendo la Legión de Honor por sus méritos literarios.

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