martes, 4 de agosto de 2009

EMMA BOVARY


Bastaría con decir que la psicopatología tomó el apellido de este personaje para definir una alteración del sentido de la realidad, de raíz esquizoide, por la que una persona se considera otra de la que realmente es, para significar la maravillosa construcción que realizó Flaubert al describir a su Madame Bovary.

La novela, fundamental para el desarrollo de la narrativa moderna, fue publicada en 1857 y generó un revuelo que le costó a su autor un proceso por atentado contra la moral. ¿Qué tenía de revulsiva la historia de esta mujer? Probablemente la falta de represión que evidenciaba el comportamiento de Emma. Es un personaje amoral, antes que inmoral, porque representa la visión que Flaubert tenía sobre la burguesía: ociosa, vana, voluble. Una belleza vacua que sólo conduce a la perdición.

Flaubert también critica en Emma las ideas románticas sobre el amor, que la alejan de la realidad y alimentan sus ensoñaciones fútiles. Emma es una eterna insatisfecha, a la manera del Don Juan. Pero no es enteramente su culpa: el autor señala la responsabilidad que le cabe a una sociedad que engendra Emmas. Otro aspecto polémico en Emma es la ausencia de instinto maternal. Como madre es fría e indiferente y no siente remordimiento por ello.

La novela se encuadra a caballo del romanticismo (Víctor Hugo, Lamartine), del realismo (Stendhal, Balzac) y del naturalismo (Zola, Maupassant) Según una encuesta realizada a 100 escritores de 54 países por el Instituto Nobel y el Club del Libro Noruego es el segundo mejor libro de la historia, precedida únicamente por El ingenioso hildago Don Quijote de la Mancha.

Gustave Flaubert dedicó su vida y su arte a la búsqueda de la mot juste, la palabra exacta. Era un hombre de provincia, como Emma, que un buen día se fue a la gran ciudad, París. En 1840 conoció a Víctor Hugo, se tiró a la marchanta y rápidamente se sintió agobiado por las luces de la metrópoli. Decidió regresar a la campiña, cerca de Rouen, donde vivió hasta su muerte, estadía que sólo interrumpieron algunos viajes. Nunca se casó, aunque se le conocen algunos romances. Luego de la guerra franco-prusiana, se le manifestaron síntomas de enfermedades nerviosas. Siempre había sido tímido y sensible, también algo arrogante y ciclotímico, pero en la madurez lo ganaron la melancolía y la desolación. Experimentaba una repulsión tan exacerbada por la estupidez humana que lo convirtió poco a poco en un misántropo y en un purista del estilo.

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