martes, 9 de febrero de 2010

Cuéntame tu vida


Habiéndonos propuesto escribir en este libro la vida de Alejandro y la de César, el que venció a Pompeyo, por la muchedumbre de hazañas de uno y otro, una sola cosa advertimos y rogamos a los lectores, y es que si no las referimos todas, ni aun nos detenemos con demasiada prolijidad en cada una de las más celebradas, sino que cortamos y suprimimos una gran parte, no por esto nos censuren y reprendan. Porque no escribimos historias, sino vidas; ni es en las acciones más ruidosas en las que se manifiestan la virtud o el vicio, sino que muchas veces un hecho de un momento, un dicho agudo y una niñería sirven más para pintar un carácter que batallas en que mueren millares de hombres, numerosos ejércitos y sitios de ciudades.

Así arranca Plutarco la descripción de la vida de dos personajes que forman parte de la galería de sus "Vidas paralelas". Y desde esta concepción iniciática de la biografía queda claro que no se trata de una mera narración de hechos cronológicos que tuvieron lugar en el curso de la existencia de una persona. El género biográfico es la vida misma del personaje, vista a través de los ojos de su exégeta.

Marcel Schwob, en el capítulo dedicado a René Descartes de sus "Vidas imaginarias" refunda el concepto, a casi dos milenios de distancia:

El arte del biógrafo consiste justamente en la elección. No tiene que preocuparse por ser veraz; debe crear sumido en un caos de rasgos humanos. Leibniz dijo que para hacer el mundo Dios eligió el mejor de entre los posibles. El biógrafo, como divinidad inferior, sabe elegir de entre los posibles humanos aquel que es único (...) Los biógrafos, por desgracia, han creído, generalmente, que eran historiadores y así nos han privado de retratos admirables (...) El arte del biógrafo radicaría en atribuírle tanto valor a la vida de un pobre actor como a la vida de Shakespeare.

Y aquí metemos la cola los diablos de Tlön: al biógrafo no le reporta el mismo reconocimiento escribir la vida de Shakespeare que la de John Smith, actor desempleado. Hay un grado de ambición en pretender meternos en la alcoba de un personaje famoso, como si su gloria se nos fuera a pegar por mera contigûidad. Sin hablar de la curiosidad malsana que nos lleva a leer las vidas de otros, para verificar que el héroe nacional sufría de estreñimiento severo y padecía callos plantales.

Es que la biografía siempre está a un tranco de pulga de caer en la chismografía berreta. Alejada del ideal edificante de Plutarco y más cercana a los programas del corazón, la alternativa posible la constituye la novela. Desde la recreación literaria de un personaje histórico el autor puede superar la tentación del escándalo apelando al recurso poético.

Hicimos una recorrida por la biblioteca, donde nos avisaron que contrataron a un nuevo empleado, un tal Tomás Eloy Martínez que recién arribó desde el mundo real a nuestro planeta literario. Y como el tema de hoy se refiere a recreadores de vidas ajenas, se lo dedicamos in memoriam de quien escribiera "Santa Evita" y "La novela de Perón".

De mientras, vamos a seguir buscando por aquí a Salinger. Quién sabe dónde se escondió este tipo.

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