martes, 9 de febrero de 2010

El hereje


Mi curiosidad nació de una emocionante visión, mientras la nave surcaba la fuerte y tranquila corriente, al final de la estación del desborde del Nilo. El viaje había empezado en nuestra ciudad, Sais, y discurría hacia el sur, hacia Panópolis, donde íbamos a visitar a mi hermana, que vivía allí desde su boda. Un cierto día, al atardecer, pasamos por una ciudad extraña. A través de sus columnas se entreveía su polvorienta grandeza. La muerte se arrastraba ávida por sus rincones y por todos sus objetos. Agazapada entre el Nilo a Poniente y la colina de Oriente, desnuda de árboles, sus calles vacías, sus puertas y ventanas cerradas por párpados caídos. Ninguna vida palpitaba en ella, no se percibía ningún movimiento. El silencio y la tristeza se cernían sobre ella, la muerte aparecía por todas partes. La recorrí con la mirada y mi pecho se sobrecogió.

Naguib Mahfuz, el primer escritor árabe en recibir un premio Nobel, publicó "Akhenatón" en 1985, cuando ya el mundo estaba más o menos al tanto de la existencia de este faraón filósofo, monoteísta y por lo tanto herético, y de su hermosa y fiel compañera Nefertiti. El gran acierto de Mahfuz fue encarar su novela biográfica en tiempo real, utilizando los testimonios imaginarios de quienes lo conocieron en vida. Es decir que con el recurso ideado por William Wilkie Collins para desenmarañar la intriga de "La piedra lunar", vamos haciéndonos un retrato de esta pareja real de la XVIII dinastía.

El flaco andrógino de los monumentos de Amarna es un personaje literario per se y su figura da para cualquier elucubración histórica. Desde su díficil relación con el padre, que lo despreciaba por blando, hasta el complejo edípico con su madre, que le fomentaba el misticismo, Neferjeperura Amenhotep (Hermosas son las manifestaciones de Ra - Amón está satisfecho) da tela para cortar y provoca tanta admiración como rechazo, tanto es así que los historiadores no se ponen de acuerdo.

Le cabe el privilegio de ser el primer reformador religioso de la historia, de haber escrito lecciones de moral que luego fueran tomadas por el judaísmo y el cristianismo como propias y de haber introducido el naturalismo en el arte. Su media sangre semita, sus rasgos afeminados, las manifestaciones de afecto públicas que tenía para con sus esposa e hijas y su incierto final proporcionan un fértil abono para el cultivo literario.

El egiptólogo francés Christian Jacq es otro de los que ha sembrado en este huerto. Famoso por la "Pentalogía de Ramsés", ha publicado en 1990 "Nefertiti y Akhenatón, la pareja solar", ya con un carácter histórico, antes que novelado. Otra clásica biografía sobre el faraón hereje es la escrita por el británico Cyril Aldred, un egiptólogo especializado en la época amarniense.

Sin embargo, quien se lleva el primer puesto en cuanto a popularidad es una reina que curiosamente no era de origen egipcio, sino macedonio. Por supuesto que hablamos de Cleopatra VII Filópator, la última reina de los lágidas. Ella, que era rubia, bajita y narigona según las malas lenguas, pasó a la historia por conquistar el corazón del César y de su oponente, Marco Antonio, gracias a su vasta cultura y a su manejo de la política. La literatura le hizo justicia: la retrataron William Shakespeare ("Marco Antonio y Cleopatra"), John Dryden ("Todo por amor") y George Bernard Shaw ("César y Cleopatra")

No hay comentarios:

Publicar un comentario