lunes, 20 de abril de 2009

LA NARANJA MECÁNICA (Anthony Burgess)



Esta novela fue publicada en 1962 y adaptada por Stanley Kubrick para la película homónima en 1971. El título remite a una expresión del lenguaje popular londinense, el cockney, "as queer as a clockwork orange" (tan raro como una naranja mecánica) y alude a las respuestas condicionadas del protagonista ante las sensaciones de maldad. Otras versiones indican que "orange" es una adaptación del vocablo malayo "ourang" que significa "persona", por lo cual el título implicaría algo así como "el hombre mecánico".

Lo cierto es que aquí no están presentes los futuros cercanos ni los planetas exóticos. Es un viaje hacia el interior de la mente humana. Alex Delarge, el protagonista, es un adolescente con problemas, que lidera un grupo de chicos afines, cuya diversión es la violencia y el consumo de drogas. Y aunque no deje tropelía por cometer y tenga una personalidad psicopática, Alex puede disfrutar hasta el paroxismo de la música clásica, especialmente la de Beethoven. Su vida transcurre entre los actos delictivos, el sexo desenfrenado y la música.

Las aventuras de la pandilla lo llevan hasta la casa de un escritor, que está trabajando en un libro que lleva el título de la novela. Alex destruye el manuscrito y con sus amigos procederá a violar a la esposa del escritor. Luego intentarán ingresar en la casa de una mujer sola que vive en compañía de sus gatos. Allí se desarrollará una lucha (en la que intervienen los gatos), pero Alex logrará escapar, aunque a la salida es atacado por sus propios amigos. Es así, herido, que logra ser atrapado por la policía.

Lo envían a una prisión de alta seguridad y es hallado culpable por el delito de asesinato. Es entonces cuando le sugieren un tratamiento experimental, el tratamiento Ludovico. Si resulta exitoso, será liberado y reintegrado a la sociedad. De tal manera, sin saber de qué se trata, Alex acepta.

El método Ludovico consistía en someter al paciente a una terapia de aversión asistida mediante el uso de drogas y la exposición a imágenes violentas durante largos períodos de tiempo. Obligándolo a ver escenas de extrema crueldad, bajo los efectos de los estupefacientes, se suponía que se creaba un reflejo condicionado, por el cual la persona sentiría un rechazo automático a la violencia.

El "error" en que incurre el tratamiento es que, en medio de las escenas, se cuela un pasaje de "El triunfo de la voluntad" de Beethoven, haciendo que Alex se desprenda también de su único "vicio" socialmente aceptable. Finalmente, es dado de "alta" y liberado. Sin embargo, es rechazado por su familia y por la gente. Una víctima de su pasado lo reconoce y le da una paliza. Alex no puede defenderse debido al condicionamiento. Llega la policia y en ellos, Alex reconoce a dos de sus antiguos camaradas. Estos lo llevan a un bosque e intentan ahogarlo, pero puede escapar.

Encuentra refugio en la casa de aquel escritor a cuya esposa había violado en sus años de delincuente. El escritor no lo reconoce pero se da cuenta que es alguien que fue sometido al tratamiento Ludovico. Le pide que se una a un grupo de disidentes que quieren acabar con el gobierno. Antes de que esto suceda, el escritor reconoce en Alex a su agresor de antaño, lo droga y lo encierra. Pero suena la Novena Sinfonía y Alex intenta suicidarse arrojándose por la ventana, al no poder soportar la música.

No lo logra. Es salvado en un hospital, donde también revertirán los efectos del tratamiento. El Ministro del Interior lo visita y da una conferencia de prensa junto a su cama, exhibiendo su curación como un éxito del programa. Alex vuelve a su casa, pero llevándose su primitiva personalidad, tan sociópata y perverso como en al principio.

Hay un capítulo más en la novela, que no aparece en la edición original ni en la película. En este colofón, Alex vuelve a sus maldades hasta que se encuentra con un ex pandillero y su esposa. Es entonces cuando comprende que es hora de madurar y se regenera.

El mensaje subyacente en la novela es que ni la coerción ni la manipulación son capaces de controlar la violencia ni ningún otro comportamiento humano. El hombre sólo cambiará cuando desee hacerlo.

La historia está narrada en primera persona por Alex y utiliza expresiones en un lenguaje inventado por el autor, el nadsat, una jerga ficticia adolescente, con reminiscencias del ruso y del cockney londinense. Este recurso hace que la obra sea atemporal, siempre actual, siempre vigente en un mundo en el que los violentos son tan sólo los emergentes de una podredumbre mucho más soterrada y mil veces más aterradora.

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