martes, 4 de mayo de 2010

Elizabeth Bennet


Bien sé que las mujeres aman, por lo regular, a quienes lo merecen menos. Es que las mujeres prefieren hacer limosnas a dar premios.
Jacinto Benavente

"Es una verdad universalmente reconocida que todo hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita esposa."

Así estaban las cosas en la Inglaterra del siglo XIX, cuando Jane Austen escribía "Orgullo y prejuicio", una de las primeras comedias románticas de la literatura que retrata la importancia que tenía conseguir un buen matrimonio para las jóvenes de la época.

Una familia con cinco hijas casaderas que viven en la campiña inglesa son los protagonistas de la trama. Entre ellas se destacan Jane por su belleza y Elizabeth por su inteligencia. Ambas tienen sendos pretendientes, dos jóvenes que vienen de la ciudad. Ambas son pedidas en matrimonio, pero Elizabeth rechaza al suyo, por juzgarlo engreído y prepotente. Finalmente, todo se resuelve y ambas hermanas se casan.

La autora descubre en la novela los tejemanejes de los padres para acordar bodas que poco y nada tienen que ver con el amor. Por otra parte, pone en Darcy y Elizabeth el orgullo y el prejuicio de la diferencia de clases, diferencia subsanada gracias a un sentimiento que va más allá del mandato familiar.

Elizabeth es una idealista que apuesta al amor verdadero y no teme quedarse para vestir santos, en abierto desafío a las normas sociales. Tampoco comulga con el modelo de mujer bonita y hueca, sino que demuestra una gran curiosidad por aprender a la par de los hombres. Es lo suficientemente noble como para admitir su error de apreciación y darle una segunda oportunidad a Darcy, que tampoco es tan orgulloso como aparenta, sino un hombre protector y justo.

El gran mérito de Jane Austen, quien tenía solamente 20 años cuando escribió "Orgullo y prejuicio", es haberle dado a esta historia rosa un tono irónico y humorístico. Perspicaz en la observación, aguda en los comentarios, económica en las descripciones, logró que una novela de costumbres publicada en 1813 mantenga la frescura a pesar de que el conflicto central que narra, el matrimonio, sea una institución caída en el descrédito en el cibernético siglo XXI.

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