miércoles, 5 de mayo de 2010

Medea


El eterno femenino puede tornar humano lo divino.
Rubén Darío

"De todo lo que tiene la vida y pensamiento, nosotras las mujeres, somos el ser mas desgraciado. Empezamos por tener que comprar un esposo con dispendio de riquezas y tomar un amo de nuestro cuerpo, y éste es el peor de los males. Y la prueba decisiva reside en tomar a uno malo o a uno bueno. A las mujeres no les da buena fama la separación del marido y tampoco les es posible repudiarlo.

Y si nuestro esfuerzo se ve coronado por el éxito, y nuestro esposo convive con nosotras sin aplicarnos el yugo por la fuerza, nuestra vida es envidiable, pero si no, mejor es morir.

Dicen que vivimos en la casa una vida exenta de peligros, mientras ellos luchan con la lanza. Necios. Preferiría tres veces estar a pie firme con el escudo que enfrentarme al parto una sola vez.

Una mujer suele estar llena de temor y es cobarde, para contemplar la lucha y el hierro, pero cuando ve lesionados los derechos de su lecho, no hay otra mente más asesina."

A la pelotita con Eurípides, autor de este tremenda tragedia que fuera representada por primera vez en el año 431 a.C. Estas palabras deben haber resonado como bombas nucleares, en una sociedad en la que pocas mujeres tenían voz y voto sobre su propia existencia.

El argumento pertenece a la mitología clásica. Es la historia de la esposa de Jasón, el jefe de los Argonautas. Recordamos que el padre de Jasón, Esón, había sido asesinado por su hermano Pelias para hacerse con el trono de Yolco y había mandado a Jasón tras el Vellocino de Oro con la esperanza de sacárselo de encima. En su ausencia, Medea se había encargado de hacer justicia, envenenando a Pelias, por lo que deben huir de Yolco, junto a su hijito, rumbo a Corinto.

Allí se desarrolla la obra. Jasón, para congraciarse con el rey Creonte, promete desposar a su hija Glauce, hecho que desata el drama pasional. Conocedor de lo que puede la furia femenina, Creonte ordena el destierro de Medea.

Obviamente, Medea se siente traicionada por su esposo y planea la venganza. Sabe que no tiene alternativa, porque el repudio marital es vivido como una deshonra, lo mismo que el divorcio, por lo que primero finge aceptar mansamente su destino para tener el tiempo suficiente y así llevar a cabo el asesinato de Glauce, que consuma de una manera brutal.

"No se distinguía la expresión de sus ojos ni su bello rostro, la sangre caía desde lo alto de su cabeza confundida con el fuego, y las carnes se desprendían de sus huesos, como lágrimas de pino, bajo los invisibles dientes del veneno."

Luego del crimen, decide matar a sus propios hijos, conciente de que la rabia de Glauco caerá sobre ellos. Terminada la horrible tarea, huye en el carro de Helios para evitar las represalías de su esposo y del rey de Corinto.

Tal vez el desenlace no es el más justo para nuestras reglas morales: Medea es casi una serial-killer que resuelve sus conflictos matando a diestra y siniestra y que comete el peor de todos los crímenes achacables a una mujer: el filicidio. Hubiera sido más entendible que liquidara al acomodaticio de Jasón y huyera con sus hijos, pero entonces no habría tragedia y, por otra parte, el mito ya estaba escrito así. En ese entonces no se cambiaban los finales ni los personajes como es costumbre hoy día cuando se adaptan las obras clásicas.

Precisamente, lo que destaca Eurípides en Medea es la fortaleza de esta mujer, capaz de perder lo que más ama en el mundo con tal de hacer lo que ella entiende por justicia. Otro aspecto en que hace hincapié es la separación entre la sabiduría y el poder social: no existe la meritocracia, sino una serie de confabulaciones palaciegas que hacen ascender a los menos escrupulosos. Tal como ocurre hoy día. Y de paso critica a los sofistas, es decir a aquellos que ponen precio al conocimiento y lo venden al mejor postor.

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